Etxebarri-Joselito, 31 años de un lab gastronómico vía Joselito Lab

Posicionados como marcas prémium de la gastronomía no solo española, sino mundial —uno por el lado de la alta cocina; otro como productor gourmet—, Etxebarri y Joselito ‘oficializan’ su histórica alianza como hostelero y proveedor a través de Joselito Lab. No es una edición más (la séptima de un proyecto con el que grandes chefs ponen a prueba las posibilidades culinarias del cerdo ibérico con un recetario). ‘Joselito Lab by Bittor Arginzoniz’ es el resultado de casi 31 años de un lab gastronómico construido a través de la relación entre el parrillero y la empresa salmantina, que se inició a los pocos meses de la apertura del asador de Atxondo en 1990. Todo empezó por la obsesión por elaborar un chorizo propio y top y derivó en un leguaje común de excelencia, que se ‘resume’ ahora en una colección de 16 recetas que integran diferentes cortes y partes del cerdo ibérico, ‘del morro al rabo’, en la brillante cocina a la parrilla del considerado como tercer mejor restaurante del mundo, según la lista ‘The World’s 50 Best Restaurants’. Estos platos estarán presentes en el menú degustación de Etxebarri en fusión de la temporalidad y la disponibilidad de los productos.

‘Solo’ unas líneas para recordar de qué y de quién hablamos. Bittor Arginzoniz (Atxondo, Vizcaya, 1960) fue muchas cosas antes que parrillero, incluido empleado en una fábrica de celulosa. Pero “el bar del pueblo de toda la vida” estaba potencialmente en venta, operación que se cerró tras años para lograr el acuerdo entre sus propietarios. Situado en un caserío en la plaza de Atxondo, un pueblo de unos 1.500 habitantes en las faldas del monte Anboto, aquel negocio podía convertirse en el medio de vida de Arginzoniz y su familia. Lo compró con ayuda de dos tíos paternos (uno cura y otro fraile, como contó en este artículo de El Correo).

Tras una gran reforma, Asador Etxebarri arrancó el 27 de abril de 1990 como parrilla, ya que este emprendedor buscaba “dedicarse a lo que más me gustaba: las brasas”. Sin raíces hosteleras y con conocimientos caseros derivados de ver cocinar a su madre y abuela, empezó a profundizar en la ‘cocina del fuego’. Con su apuesta por usar leña (“un aroma natural, limpio y sano”) en vez de carbón (“que enmascara sabores”) y con Rafael García Santos (periodista gastronómico, creador del primer congreso culinario español, Lo Mejor de la Gastronomía), ‘pinchándole’ y motivándole, Arginzoniz buscó la perfección en la parrilla. “Se trata de perfumar, no de ahumar”, recalca.

Hoy, sigue buscando la perfección sin paliativos, aunque para muchos la ha conseguido. Cada mañana, enciende parrilla a primera hora para que se vayan haciendo las brasas. “Creo en esta técnica ancestral, que muchos pueden ver como primitiva o básica, pero se trata de un oficio artesanal, en el que no vale seguir una receta, sino que se trata de dominar tiempos y temperatura para controlar el fuego y así la cocción de los productos”, detalla el parrillero, al frente del posicionado como tercer mejor restaurante del mundo, según la última edición (2019) de ‘The World’s 50 Best Restaurants’.

Siete ediciones de ‘Joselito Lab’

Esta historia, la que contamos en este reportaje, se desarrolla en dos ‘fases’.  Una, en una visita el domingo 7 de marzo, cuando un viaje ida y vuelta desde Madrid permite corroborar por qué Etxebarri sigue siendo el lugar  —o uno de los lugares— donde mejor se come en el mundo. Otra, el miércoles 5 de mayo, cuando, por una invitación de Joselito, es posible conocer el resultado de un auténtico I+D desarrollado por Bittor Arginzoniz con diferentes carnes de cerdo ibérico.

El parrillero ha firmado así la séptima edición de Joselito Lab, proyecto lanzado por la empresa de Guijuelo en 2013, cuando Ferran Adrià, cliente durante décadas de sus productos, se hizo cargo del primer ‘volumen’ de este “proyecto de investigación y experimentación gastronómica de Joselito”, concebido como “un laboratorio” para “explorar desde distintos países y perspectivas culinarias las posibilidades en la cocina del jamón Joselito y de los productos de cerdo ibérico de bellota”.

El chef de elBulli (entonces ya cerrado como restaurante) estrenó el proyecto con el que los cortes de carne fresca y diferentes partes del animal de la dehesa han sido sometidos sucesivamente a la creatividad de chefs como el italiano Massimiliano Alajmo (Le Calandre), el holandés Jonnie Boer (De Librije), el japonés Seiji Yamamoto (RyuGin), el alemán Joachim Wissler (Vendome) y del francés Yannick Alléno (Alléno Paris en Pavillon Ledoyen).

Todos son clientes de la empresa salmantina, que ha ido sumando como clientes a una mayoría de los triestrellados en los países en los que vende. ‘Pesos pesados’ de la gastronomía mundial que prestaron ‘know how’, creatividad y flexibilidad para asumir un producto ajeno a su cultura culinaria (salvo en el caso de Adrià) con el fin de explorar sus posibilidades gastronómicas.

Marcas prémium

Pero si en la historia de Joselito ha habido varios cocineros ‘amigos de la casa’, hay uno que sobresale por encima de cualquier circunstancia, quizás, porque la suya ha sido una historia en parte ‘paralela’: Bittor Arginzoniz, que ha conseguido posicionar Etxebarri como uno de los restaurantes más admirados del mundo a golpe de esfuerzo, exigencia, sacrificio, perfeccionismo y búsqueda de la satisfacción del cliente como máxima prioridad. Esta ‘fórmula’ llevada al mundo del cerdo ibérico es exactamente la misma que la aplicada por Joselito, con idéntico resultado: sus productos se han posicionado como una marca absolutamente prémium en el mercado gastronómico global.

Etxebarri y Joselito. Joselito y Etxebarri. Son marcas prémium colocadas en lo más alto del mercado gastronómico, que llevan ligadas desde que, hace unos 30 años y medio, Arginzoniz se plantó en Guijuelo en busca del jamón ibérico que servía La Viña del Ensanche (Bilbao) —cliente más antiguo de la compañía salmantina—. Regresó a Atxondo sin ninguna pieza, pero insistió, tanto que se hizo amigo íntimo de José Gómez—quinta generación—, a quien empezó comprando productos como jamón, lomo o chorizo. Hasta que —mientras aumentaba su obsesión perfeccionista por conseguir las materias primas más excelsas— comenzaron elaborar juntos un chorizo ‘a la medida’ en Guijuelo. ¿Lo siguiente? El parrillero pidió a Joselito las carnes para hacer su propio chorizo en Atxondo, al que agregó un ingrediente clave: los pimientos choriceros de su propia huerta. Hasta que dio con la mezcla condimentada equivalente a la receta —a su parecer— perfecta para embutirla (se compró una máquina para ello) y para así crear un producto absolutamente top.

Aquel chorizo maravilloso —imposible de probar fuera de Etxebarri, sujeto a una producción limitadísima e inimaginable como producto comercial— rellenó un bocadillo que durante años era uno de los ‘snacks’ del menú degustación de Arginzoniz y que, en los últimos tiempos, se ha servido cortado en finas rodajas en un plato al centro de la mesa, como bienvenida al cliente y como toda una declaración de intenciones: ¿qué mejor que compartir un buen embutido como aperitivo al sentarse en un restaurante? “Nuestro chorizo”, anuncia el menú degustación como primer plato. “Lo elabora con presa, secreto y pluma; usa los 3 cortes más nobles del cerdo ibérico y les añade un pimiento choricero de su huerta, que ojalá pudiéramos utilizar nosotros, pero su producción es anecdótica y solo para su uso en Etxebarri”, admite José Gómez.

Más de 31 años de relación

En realidad, Joselito Lab rinde cuentas de esa relación de más de tres décadas. “Conozco a Bittor desde hace casi 31 años, desde que fue a Guijuelo al poco tiempo de abrir Etxebarri. Es la persona más inquieta que he conocido en este sector. Ha sido autodidacta; ha aprendido a base de preguntar y preguntar y de lo que le han ido inspirando los productos”, define José Gómez, que cuenta cómo el parrillero “bajaba a la dehesa a aprender” y preguntaba sobre leña, carbón, trigo, cerdos, vacas, becerros o aceite, siempre con un continuo interrogante: “¿Y por qué?”. De ahí surgió, por ejemplo, “la relación con mi padre, Juan José Gómez”, recuerda José Gómez.

De esos tiempos, de aquellos comienzos ‘ensayando chorizos’, de los 31 años que cumplió Etxebarri hace apenas dos semanas y de los 30 y medio aproximadamente que dura la relación entre Arginzoniz y la familia Gómez, de todo eso, nace, en realidad, Joselito Lab. Sería miope plantear la última edición de este laboratorio gastronómico como un proyecto puntual, fruto del trabajo de unas semanas o meses para alumbrar un recetario. Es decir, es un error absoluto adjudicar a 2020-2021 la edición de Etxebarri: ‘Joselito Lab by Bittor Arginzoniz’ es el resultado de 31 años de un lab gastronómico, de una relación entre dos marcas prémium de la gastronomía española, cómplices en la obsesiva búsqueda de la excelencia.

“Era una asignatura pendiente. Habíamos recurrido a algunos de los mejores cocineros del mundo con quienes buscamos seguir explorando formas de utilizar el cerdo ibérico en cocina. Pero Bittor es de la casa; nos liga una estrecha amistad; llevamos trabajando juntos casi 31 años; hacer Joselito Lab con él era algo pendiente”, reconoce José Gómez. Así, ambos parece ‘oficializar’ su histórica alianza como hostelero y proveedor a través de Joselito Lab.

Platos que entran en el menú

Hace un par de años, el parrillero comenzó a trabajar en Joselito Lab, probando platos con cortes de ibérico de Joselito. “Íbamos a ser la edición 2020, pero no pudimos por la pandemia y quedó pendiente para este año”, cuenta José Gómez. “Para Bittor, la principal preocupación es el cliente. Su pregunta siempre es: ¿y el cliente?”. Por eso, la colección de 16 recetas creadas por Bittor Arginzoniz para Joselito Lab (en este LINK se pueden ver) llega para quedarse. No solo el famoso chorizo, que lleva años en la mesa de Etxebarri, sino que todos los platos estarán presentes en su menú degustación según dicten la temporalidad y la disponibilidad de los productos. “Tendremos algún plato de Joselito en función del producto”, avanza el parrillero.

A favor de esta fórmula flexible, juega el planteamiento de Etxebarri como este restaurante: olvídense del ‘típico’ espacio de alta cocina sometido a las esclavitudes de luchar por estrellas o puestos en ránkings, que acaban forzando un menú degustación anual o por temporada como presunta prueba de la creatividad de un cocinero, que, para dar respuesta a esa exigencia, no solo llega a renunciar a su estilo o esencia, sino que malgasta su esfuerzo creativo con platos que apenas duran semanas o meses en su historial. Aquí no rige esa tiranía. Etxebarri es otra historia. Arginzoniz mantiene sin pestañear platos durante años y años en su menú degustación, aplicando a veces leves modificaciones, y también sin pestañear puede crear un plato nuevo por la llegada puntual de un producto. Mientras, no renuncia a seguir ofreciendo carta (sobre todo, pensada para la clientela local, clave en los primeros años del negocio y que jamás llegó a desparecer del restaurante); además, se pueden añadir extras al menú degustación, que, según el momento del año, pueden ser caviar, angulas o percebes, entre otros.

[Habría que reflexionar si aparte de la evidente maestría del parrillero y, en fin, de lo espectacularmente bien que se come en Etxebarri, un factor añadido que contribuye a su éxito es justo ese: lograr la justa combinación entre mantener platos que quien consigue mesa quiere probar y, al llegar, encuentra, con novedades o casi caprichos que Arginzoniz se permite con productos que llegan a su casa —elegidos y seleccionados siempre por él—, junto con la flexibilidad para incluso comer a la carta. Es decir, aquí desaparece lo tiránico y rígido del menú degustación obligatoriamente cambiante cada temporada].

Los platos de Joselito Lab by Arginzoniz

El resultado de Joselito Lab ‘a ojos de’ Arginzoniz es ‘perfecto’, porque es su estilo, su mano, sin forzar nada para integrar el cerdo ibérico, ‘del morro al rabo’. ¿Y qué comimos el 5 de mayo? ¿Cuáles de las 16 recetas de Joselito Lab estuvieron presentes en el menú?

‘Nuestro chorizo’ elaborado en Atxondo con las carnes nobles de Joselito ‘saluda’ para arrancar el menú degustación, antes de que una Anchoa ‘al salazón’ (elaborada en esta casa, justo de la selección preparada hace un año durante el confinamiento y que ahora empiezan a salir al comedor) se presente sobre una tosta de piel de panceta.

A continuación, llega una auténtica ‘vedette’: el Caviar (ojo, fresco y sin salar) que Arginzoniz perfuma con la leña y coloca sobre una grasa del chuletero de cerdo (“sin nada de oxidación”, aclara José Gómez), convertida en una ligerísimacrema.

Seguimos: la Zamburiña a la brasa, vigente hace tiempo en Etxebarri, asume un velo de papada; la Espardeña con oreja aúna dos texturas similares del mar a la dehesa; el Chipirón versiona la receta ‘a lo Pelayo’ con unos microtorreznos; el Morro con habitas (que, como la inmensa mayoría de la verdura, procede de la huerta de Arginzoniz) o el Rabo con salsa vizcaína con un rebozado que el cocinero suele aplicar, por ejemplo, a las ‘kokotxas’.

Se pasa a la Yema de huevo (de las gallinas de Arginzoniz) con zizas (o perretxikos, setas de primavera) y juego de chicha, es decir, la ‘prueba de matanza’ o el picadillo, en un plato que es juego de palabras, apariencias (¿qué es yema huevo y qué es chicha?) y texturas; el Tartar de chorizo fresco presentado sobre un talo (tortilla o taco, popular en la cocina vasca) y Guisantes con panceta (fresca). Como colofón, la Chuleta ‘Supernatural’, lanzada por Joselito a principios de 2020, sometida a cierta maduración.

La alianza Etxebarri-Joselito aún tiene algo que decir por el lado dulce, vía un espectacular Hojaldre elaborado con manteca pella.

El humo pulula en los platos de Joselito Lab. “No es humo; es el perfume de la leña; no confundas”, matiza Arginzoniz, al que hay que atribuirle otro don: con su cocina, demuestra que no solo domina la brasa, sino que es un grandísimo cocinero, que en casi todos los platos da un toque sutil en forma de salsa o crema ultraligera (casi ‘néctar’ o ‘pomada’), consecuencia de ligar de algún modo la esencia del producto presente en cada plato.

“Hay una relación muy larga con Joselito”, admite Bittor Arginzoniz, cuya seriedad se relaja al encontrarse con José Gómez la mañana del 5 de mayo. Son amigos, sienten mutua confianza y encajan a la perfección, ellos, sus marcas y sus empresas. “Bittor tiene una sensibilidad increíble, aparte de ser un trozo de pan”, confirma José Gómez.

Platos entre menús

Hay que coger aire para asimilar la brillante y, de verdad, riquísima cocina de Etxebarri, sea el menú del 7 de marzo (en el que, aparte del chorizo y del Tartar de chorizo fresco, se ‘cuela’ la Chuleta de Joselito) o sea el del 5 de mayo, con la casi monografía de Joselito Lab (y en donde, a su vez, aparecen ‘hits’ de la casa como el Queso fresco de búfala —animal criado por Arginzoniz en Atxondo— con maíz y trufa, un Longueirón con jugo de guisantes, la Gamba de Palamós, la Antxoa a la brasa con una salsa de ‘txakolí’, la Ventresca de atún de Barbate, la Chuleta de vaca con ensalada de lechuga de la huerta de Arginzoniz o postres gloriosos como el Helado de leche reducida y jugo de remolacha o el Suflé de chocolate).

En la sala, Arginzoniz cuenta con aliados: su mujer, Marta Patricia Velar; su hijo veinteañero Paul y, como sumiller y un rol como perfecto anfitrión, Mohamed Ben Abdallah. Por la cocina, ‘desfilan’ desde el japonés Tetsuro Maeda a Estela Izquierdo (que, hace años, trabajó con Rodrigo de la Calle).

En sus dos plantas, el comedor se sitúa arriba (igual que una terraza) y la cocina en la planta baja, junto con una zona de bar que abre solo los domingos por la mañana como barra. Porque si, por casualidad, está un domingo por la zona, no deje de visitar la joya que es la barra de pintxos de Etxebarri, “pensada para la gente de la zona que sale a andar por el momento”, corrobora Arginzoniz, que así da salida a los últimos productos de la semana porque, tras el cierre del lunes, el martes toca estrenar el 100% del producto. Cada platillo o pintxo del bar del tercer mejor restaurante del mundo puede tener un precio a partir de unos 2,50-5 euros de media (Así lo contamos en Gastroeconomy en el otoño de 2018).

Sus aportaciones a la gastronomía española

En esta historia, falta intentar explicar por qué un asador de Atxondo se ha erigido el tercer mejor restaurante del mundo, cuando ya debería haber sido número uno. A Arginzoniz se le puede atribuir un cúmulo de aportaciones a la gastronomía española.

Uno, someter a la parrilla productos que van más allá de vacuno o pescado y alcanza marisco, verduras, huevo, angulas, caviar, helado o un bizcocho con el que el comensal concluye su experiencia en Etxebarri (una pequeña magdalena que forma parte de los ‘Mignardise’).

Dos, la autoexigencia por lograr el mejor tratamiento de cada producto, lo que equivale implica tanto el control del “perfume” de la brasa y de los puntos perfectos, como la sutileza para cocinar esas salsas ligeras que redondean muchos plato. Así, controla cada elaboración que sale al comedor de su asador, en los que aplica un mix de su conocimiento del fuego y una inigualable intuición para saber cuándo la materia prima ha alcanzado la excelencia en la brasa para convertirse en plato.

Tres, ha creado una auténtica colección de ‘cacharros’ para pasar por la parrilla cualquier producto a la medida de cada uno.

Cuatro, la exigencia en la selección del producto, basada en “confianza con distintos proveedores” y, muchas veces, en producción propia: para tener el mejor queso fresco, cría sus propia búfalas; para conseguir las mejores verduras, las cultiva en su huerta; para manejar buenos huevos, tiene sus propias gallinas; para lograr embutidos top, se nutre de las carnes de ‘Joselito’ y embute su chorizo en casa.

Posicionamiento de Etxebarri en ‘50 Best’

Puede que la combinación de esas ‘reglas’ sean la razón para el ‘desenlace’ de hace un par de años: Etxebarri es el tercer mejor restaurante del mundo en la lista ‘The World’s 50 Best Restaurants’, en su última edición correspondiente a 2019. Si en 2020 no hubo listado, habrá que ver el ránking de 2021. A ese número 3 mundial, Arginzoniz —‘alérgico a la viabilidad mediática y a eventos o congresos culinarios— llegó tras una ‘ruta’ que arrancó en 2008 cuando Etxebarri se coló en ‘50 Best’, en el número 44 para avanzar al 39 un año después, retroceder al 61 en 2010, avanzar al 50 al año y al 31 en 2012, descender al 44 en 2013, recuperarse hasta el 34 en 2014, protagonizar la mayor subida del listado mundial, al subir hasta el número 13, pasar al décimo en 2016, sexto en 2017, de nuevo décimo en 2018, hasta ser tercero en 2019 y lograr así el mejor posicionamiento de un restaurante español en esa edición. “No trabajamos para lograr un puesto, sino en el perfeccionamiento diario”, recalca. La próxima fecha es el 5 de octubre, cuando se presente la edición 2021 de ‘50 Best’ en Amberes.

Confinamiento sin la tensión diaria

Arginzoniz lleva meses sometido a los vaivenes generados por el Covid en la hostelería. Cuenta que no llevó mal el confinamiento de la primavera de 2020. “Me sirvió para desconectar de la tensión diaria”, cuenta. Se dedicó a pasear por el monte y, de paso, hizo alguna mesa para el restaurante, incluso algún trabajo de herrero. Siguió pensando, aprendiendo y trabajando. “No puedes perder el punto; esto es igual que si los jugadores de fútbol dejan de jugar”, reconoce. En Atxondo, donde vive “siempre en contacto con la naturaleza”, vive paradójicamente elevados índices de estrés, debido a su forma de concebir la excelencia de un restaurante: cada plato pasa por la mano y/o la vista del parrillero antes de salir al comedor; de vuelta a la cocina, los platos vacíos deben ‘hablar’ —por intermediación del equipo de sala— sobre la respuesta de los comensales. El dueño de Etxebarri es exigente hasta límites casi infinitos.

Es tan exigente como ‘alérgico’ a la visibilidad mediática. ¿Es creíble que el dueño del tercer mejor restaurante del mundo sea reacio al ‘circo’ sectorial? Es real, sin más. En su ‘caparazón’ de Atxondo, Arginzoniz es un disciplinado hostelero que exige el mejor producto, su más delicada manipulación en la brasa y, a poder ser, el disfrute máximo del cliente. Es poco amigo de realizar concesiones ante nada, ni ante nadie. Como anécdota demostrada: a Arginzoniz solo —o casi solo— consigue moverle de Etxebarri la gala anual de ‘50 Best’ y Joselito, a cuya celebración del 150 aniversario en 2018 en el Teatro Real, en Madrid, asistió).

Reservas

El asador de Atxondo lleva años funcionando a mediodía de martes a domingo (con la excepción del sábado por la noche, que, en algunos momentos, abre). Antes, el aforo era de 40 plazas, que el parrillero ya solía dejar en 30 o, como mucho, 35 comensales para garantizar un servicio adecuado. 

Hasta la pandemia, a las 16.00 horas del día 1 de cada mes, se abrían reservas a dos meses vista; se agotaban en un par de minutos gracias a la demanda infinita por parte de clientes extranjeros, pero también nacionales. Muchos consideraban Etxebarri un imposible. Pero, a la vez, Arginzoniz ‘rendía’ fidelidad a la clientela local —sobre todo, de su entorno cercano— manteniendo la carta, que sigue conviviendo con el menú degustación (precio de 209 euros).

Es, precisamente, el público español el que lleva meses llenando esta casa, a su vez, sujeta a restricciones, cierres perimetrales e, incluso, a varios cierres este otoño-invierno. De hecho, con la reapertura en junio de 2020 tras el confinamiento, Etxebarri se llenó de público nacional, que tuvo más opciones de optar a alguna de la super demandadas mesas del asador de Atxondo (el 5 de mayo, una pareja comía en una mesa para la que llevaba 3 años esperando).

Etxebarri ha ido variando el método para abrir reservas. Ahora mismo, su web anuncia que el 1 de julio a las 16.00 “estará disponible el calendario de reservas correspondiente a los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre”. Para encontrar mesa, es aconsejable apuntarse en la lista de espera, más todavía estos últimos meses en los que eran frecuentes las cancelaciones por las restricciones a la movilidad. Al realizar la reserva, se ‘compra’ con tarjeta de crédito un tícket por 209 euros (el precio del menú) por persona como garantía, que se pagarán el día de la visita o se cargarían en caso de que el cliente cancele la reserva con menos de 5 días de antelación o no se presente en el restaurante.

Desde hace años, “el 80% de los clientes son extranjeros, incluso el 100% algunos días”, cuenta el parrillero, que comenta cómo se ha empezado a notar la vuelta del comensal internacional. “Se están ya anotando en lista de espera para junio y julio”, confirma el dueño de Etxebarri, donde, para José Gómez, “les está pasando desde hace unos años lo mismo que les pasó en elBulli”.

Cambios en el mercado hostelero

Al dueño de Etxebarri, que volvió a vivir otro cierre de la hostelería vasca hace unos meses (aparte del efecto del cierre perimetral de Vizcaya y País Vasco), le preocupa que “algunos negocios de hostelería van a cerrar o perder mucho”. Recuperamos un análisis que Arginzoniz aportaba a finales de 2020. “Es evidente que habrá cambios en el mercado hostelero; el más importante: seremos muchos menos, puesto que muchos habrán cerrado, gente que lo ha dado todo y ‘no ha recibido’ nada”, con una segunda idea al hilo de la primera: “Todos los que pertenecemos al sector hostelero hemos cumplido y cumplimos con todas nuestras obligaciones, tanto sanitarias, como tributarias, como legales, un sinfín de normativas, muchas veces difíciles de comprender y ejecutar puesto que tantas autoridades competentes, a veces, complican mucho el poder hacer las cosas bien”. Y tercera idea: “es a esas autoridades competentes a las que quisiera dirigir un mensaje de mi más absoluta desaprobación. La gestión que se ha hecho y se hace de esta pandemia está siendo nefasta, perjudicando y dejando a nuestra suerte la supervivencia de nuestros proyectos. Ni nos sentimos escuchados, ni se nos tiene en consideración y mucho menos respaldados. La ayuda y el apoyo recibido ha sido cero. ¿Por qué aquí no recibimos ayuda de ningún tipo y en otros países si? ¿Por qué aquí han fallecido tantas personas en comparación con otros países como, por ejemplo, Japón? La única diferencia es la gestión que las autoridades han hecho de la pandemia. Quedando demostrado que si se hubieran hecho las cosas bien, el impacto hubiera sido mucho menor, tanto a nivel humanitario, como a nivel económico”.

Poética en Axpe

En el encantador Axpe (Atxondo), hay una indiscutible poética, una poética que sería injusto no reconocer como un ingrediente más. Fin de esta historia, por ahora. “Sin motivación, no hay nada que hacer”, sentencia Bittor Arginzoniz. “Bittor no tiene ego; solo piensa en el cliente”, finaliza José Gómez.

JOSELITO

JOSELITO LAB

ETXEBARRI. Plaza de San Juan, 1. Atxondo (Vizcaya). Tel. 946 58 30 42

Acerca del autor



“Economista de formación y periodista de profesión, me encanta escribir y, además, comer. GASTROECONOMY nació el 30 de julio de 2011 como un pequeño proyecto personal, a los 4 meses de decidir convertirme voluntariamente en periodista ‘freelance’. Aquí escribo de lo que ocurre en el sector: cambios, novedades, estrategias, tendencias… Se trata de observar para contarlo de la forma más amena y detallada posible. La hostelería, sea un sencillo bar, una casa de comidas o un espacio de alta cocina, equivale a un relevante sector económico que se puede analizar con el mismo rigor y seriedad que cualquier otra actividad, eliminando la frivolidad que, por desgracia, sobra en los últimos tiempos en la gastronomía. A escribir aprendí y aprendo con la práctica y porque me enseñaron a hacerlo en mi casa y en el diario económico Expansión (www.expansion.com)”.

No hay comentarios

Publicar un comentario